A pesar de que la pandemia asociada al Covid 19 ha sido un golpe duro para el contexto mundial, en lo que respecta a la tecnología y a esta industria a nivel nacional, las empresas se han visto obligadas a considerar su inversión en tecnología como una prioridad. Lo que anteriormente dejaban a un lado, o en un segundo plano, cediendo poco protagonismo dentro de la planificación y presupuesto anual, hoy toma un papel clave.
La transformación digital es hoy, efectivamente, una prioridad a tomar en cuenta si se quiere seguir compitiendo y subsistiendo. Porque aquellas compañías que antes del año 2020 tomaron en consideración los beneficios que la tecnología conlleva se vieron menos impactadas por la pandemia. Otras, en cambio, tuvieron que apresurarse e, incluso, reasignar recursos con el fin de sumarse a la actualización tecnológica que los ayudara a mantenerse de pie en este contexto más adverso.
Un resumen de “The Economist” es enfático al decir que “las empresas que no inviertan por lo menos 10% de su presupuesto en tecnología desaparecerán, ya que la empresa tradicional llegó a su fin a partir de 2020”.
En este escenario, el contexto de la industria de la tecnología en Chile es muy distinto a lo que sucede en la Región. En el país se habla de Inteligencia Artificial y Transformación Digital. En el resto de los territorios de Latinoamérica apenas empiezan a visualizarse estas tecnologías como prioridad o a considerarlas parte de sus proyectos.
Lo cierto es que Chile es uno de los países del área que más invierte en transformación digital. Según IDC, la inversión en infraestructura de TI crecerá 12% de aquí al año 2024. Buen número, si se considera que entre el último año el sector creció un 10,5% en la Región. No obstante, una de las grandes barreras con las que las compañías se topan a diario, al momento de presentar proyectos, es el precio. Esto, porque, pese a todo, la tecnología no está en el ADN de un gran número de organizaciones y no saben del tipo de inversión que se debe hacer, que por lo general no es baja.
En este ámbito, resulta imperativo exponer los beneficios que la inversión tiene y el retorno que genera. Sin embargo, son discusiones a las que a veces ni se llega, ya que el precio resulta ser una primera y hasta primordial variable que saca a los proveedores inmediatamente de competencia. Así, resulta prácticamente obligatorio poder enseñar el costo/ beneficio, si se quiere avanzar en este análisis.
Otro factor que hay que considerar es la oferta de proveedores tecnológicos. En un pasado no muy lejano fue bajo, lo que provocó que la toma de decisiones de las empresas tuviese como variable central también al precio. Tras la salida al mercado de más competidores, las firmas se dieron a la tarea de evaluar su actual servicio y algunas a darse cuenta de que, independientemente del valor que recibieron, no se trató de tecnologías que hoy puedan resolver los problemas para las que fueron adquiridas. Esto ha llevado a las corporaciones, que optan por actualizar o adquirir nuevas soluciones, a tener conversaciones con criterios más precisos para la decisión final.
Con todo, este aumento en la rotación de los proveedores lleva a dos relevantes conclusiones: el gran desafío que supone mantener a los clientes y la conversación que debe imponerse tiene que presentar una oferta con beneficios claramente establecidos como actividad e insertos en el tiempo.
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